(Nota: Estos pensamientos aparecieron en Abriendo Puertas el 20 de Mayo, 2009. Me parecía bien compartirlos de nuevo y espero que nos hacen todos pensar y evaluar nuestra participación en la gran comisión.)
"Nadie tiene el derecho de escuchar el evangelio dos veces hasta que todos lo han escuchado una vez."
Dios es un Dios de justicia. No es un Dios tribal-"nuestro Dios"-sino el Dios de todos. Dios nos ama y quiere lo mejor para nosotros pero también ama a la gente de China, los musulmanes de Omán y los hindúes de la India. Somos especiales porque Dios nos ama con un amor indescriptible pero erramos si pensamos que somos más especiales que otros pueblos.
La cita (arriba) de Oswald Smith apunta a una gran injusticia. Miles de millones de personas están sin un testimonio adecuado del evangelio. Otros tienen a su alcance la Biblia en varias versiones, iglesias por todos lados, programas cristianos de radio y televisión-en pocas palabras han recibido tanto que ni aprecian lo que tienen.
¿Dónde está la justicia de Dios?
En verdad la pregunta está equivocada. La pregunta correcta es: ¿Dónde está la iglesia? Dios ha hecho Su parte. Jesús derramó Su sangre para procurar la salvación de todos y comisionó a Sus seguidores a llevar el mensaje de salvación a cada persona, a cada nación. La injusticia existe porque la iglesia no ha cumplido la tarea.
¿Por qué hemos fallado, por qué no hemos tomado en serio nuestra responsabilidad de alcanzar al mundo con el evangelio? Quisiera sugerir dos razones. Claro que hay otras pero estas dos llevan una gran parte de la culpa.
- En primer lugar hemos visto a Dios como un Dios tribal. Aunque nadie lo dice hay un sentir que Dios nos ama a nosotros más que a otros. Por eso siempre escuchamos la pregunta, "¿Por qué debemos enviar misioneros a otros lugares cuando todavía hay mucha necesidad en nuestro país? No reconocemos la injusticia de predicar a la misma gente una y otra vez y negar a otros la oportunidad de escuchar el mensaje del amor de Dios por la primera vez. ¿Por qué? Porque en el fondo de nuestro corazón pensamos que somos más importantes en los ojos de Dios que aquellos que no han oído.
- En segundo lugar el enfoque del evangelio ha cambiado. No estamos pensando en lo que Dios quiere, lo que nos interesa es ser bendecidos por Dios. Predicamos más sobre la prosperidad que lo que Dios espera de nosotros, y aun cuando tocamos este punto enseñamos que es necesario obedecer y dar para que Dios nos pueda bendecir. O sea, para muchos el motivo no es agradecerle a Dios sino recibir. Están haciendo lo correcto por razones equivocadas.
Mientras la iglesia del Señor tenga esta mentalidad nunca vamos a cumplir la gran comisión. ¡Que Dios nos de una generación de creyentes con una pasión de cumplir con la tarea que Jesús nos dio, una generación que entiende que el propósito principal de Dios no es bendecirnos económicamente! ¡Que Dios nos de una generación de discípulos radicales que están dispuestos a gastarse para que Jesús sea glorificado!