"Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos..."
Mateo 5:44-45
Recién estuve en una iglesia celebrando con ellos un culto de misiones. Tomaron tiempo para orar por un país (¡gloria a Dios!) y noté algo que es muy común entre nuestras iglesias evangélicas. Oraban por una nación donde la mayoría de los habitantes son musulmanes. Antes de orar se presentó bastante información sobre el país y aunque el propósito era orar por los musulmanes (un acto de amor), el tono de lo presentado era muy negativo. La impresión dada era que la gente que sigue esta religión son nuestros enemigos.
Como dije, esta actitud es muy común entre los evangélicos. Oramos por los musulmanes pero ¿de veras los amamos? Me parece que hemos dejado que la prensa secular, los eventos de los últimos años y nuestros temores determinen nuestra manera de verlos. Tenemos miedo de ellos, pensamos que todos son terroristas y que están haciendo planes ahora para dañarnos.
¿Tenemos razón-son realmente así? Es cierto que el Islam se opone al mensaje de Cristo, es verdad que algunos musulmanes (los extremistas) quieren borrar la iglesia de la faz de la tierra y que han cometido atrocidades. Por otro lado es también cierto que la mayoría de los musulmanes no son así. Son personas que necesitan a Cristo, son personas por las cuales Jesús murió.
Jesús nos instruyó a amar a nuestros enemigos a orar por aquellos que nos persiguen y bendecir a los que nos maltraten. ¿Por qué? Jesús entendió algo importante que la iglesia evangélica necesita aprender-es muy difícil ministrar adecuadamente a alguien que odiamos. Sin amor llenando nuestro corazón no vamos a esforzarnos para alcanzar a los que no son fáciles de alcanzar, los que no son muy amables, los que no nos quieren. ¿Puede ser eso la razón que la iglesia ha invertido tan pocos recursos y obreros a la obra entre los musulmanes?
Necesitamos un bautismo de amor. Necesitamos pedirle al Señor que nos llene el corazón con el mismo amor que lo llevó a la cruz para dar su vida por los musulmanes. Hasta que estemos dispuestos a darnos para ellos no tendremos la pasión ni la voluntad de hacer lo necesario para ganarles a Cristo. Los musulmanes no son nuestros enemigos, son personas con la misma necesidad que todos tienen-necesitan a Cristo.
¡Qué Dios nos ayude amar a los musulmanes de todo corazón! Jesús les amó suficiente para dar su vida y cuando lo hizo demostraba el corazón de Su/nuestro Padre Celestial. ¿Cuánto ama usted a los musulmanes?
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